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lunes, abril 23, 2012

Derrumbando la casa rosada (2012)

Libro - Derrumbando la casa rosada  - Mitos y leyendas de los primeros punks en la Argentina 1978-1988 (2012)

Libro - Derrumbando la casa rosada  - Mitos y leyendas de los primeros punks en la Argentina 1978-1988 (2012)

Del mítico recital de Los Violadores en julio de 1981 en la Universidad de Belgrano a la presentación del disco Invasión 88 en Cemento, retrocediendo hasta agtadas noches en antros como Le Chevalet y el Parakultural e insólitas intromisiones televisivas junto a Moria Casán y Nancy Anka, "Derrumbando la Casa Rosada. Mitos y leyendas de los primeros punks en la Argentina 1978-1988 se sumerge en el underground del underground en los '80 para rastrear vida y obra de un puñado de pioneros detrás de nombres como, entre muchos otros, Alerta Roja, Los Testículos, Los Baraja, Los Laxantes, Antihéroes, Secuestro, Massacre Palestina, Cadáveres de Niños, Morgue Judicial y Sentimiento Incontrolable.

Ediciones Piloto de Tormenta 


Y los autores son:
Alfredo Sainz, Marcelo Pocavida, Daniel Flores, Diego Ladrón de Guevara, Adriana Franco, Patricia Pietrafesa y Leandro Uría.

Diseño gráfico: Diego Ladrón de Guevara

"Derrumbando la Casa Rosada" es el título del primer disco de la banda punk Alerta Roja, a la que está dedicado uno de los capítulos de este libro.




Pido Gancho

El libro Derrumbando la Casa Rosada se sumerge en el underground de los ´80 para rastrear los primeros pasos del movimiento punk en la Argentina. Y sobrevive a todo ese ruido para contarlo.

Por Daniela Camezzana
Ni sociología en zapatillas All Star ni la Biblia del movimiento, Derrumbando la Casa Rosada es simplemente un libro sobre los primeros años del punk en la Argentina y por eso nos gusta. De entrada dejan en claro que “desde una u otra perspectiva, no son estas las historia de sexo, drogas, rocanrol y glamour a las que nos acostumbró el periodismo de rock. Casi lo contrario: Derrumbando… por lo tanto la primera década del punk en la Argentina, incluye una colección de desencuentros, fracasos, peleas, frustraciones, pérdidas y malos entendidos varios. (…) Ojo, tampoco es que este libro sea sólo un catálogo de perdedores hermosos. Sus personajes no se definen sólo por lo que nunca les saldrá bien, sino más aún, por una convicción, una militancia underground que hoy parece excéntrica. Es algo casi vocacional.” De espalda a la industria del espectáculo y la primavera alfonsinista.

El libro de la Colección de una Isla (Ediciones Piloto de Tormenta) está hecho a imagen y semejanza de la escena y en la lectura de punta a punta uno termina de concederle a los periodistas y organizadores Alfredo Sainz y Daniel Flores que no había otra forma de contar esta historia. Porque el revuelo y la confusión de esas noches agitadas formaban parte del movimiento e intentar normalizar el relato en pos de construir una versión oficial indefectiblemente era faltar a la verdad. Es a través de cada testimonio de primera mano escrito por músicos y periodistas que curtían la escena que los nueve capítulos con sus idas y vueltas, rescatan la mayor cantidad posible de información antes de que el tiempo y los blancos en la memoria terminen por sepultar la historia.

De hecho, Alfredo Sainz hace hincapié en que fue el principal objetivo "queríamos que quede un testimonio escrito de un montón de historias que conocíamos, de forma directa y otras a través de terceros, pero que temíamos que se podían perder a falta de trabajos periodísticos exhaustivos. Con Daniel veníamos hablando el tema desde hace casi veinte años, en serio veinte. A mediados de los ’90 nos hicimos amigos y una de las primeras ideas que tuvimos fue escribir un libro contando los inicios del punk en la Argentina. Tardamos un poco, pero lo hicimos.” No sólo eso sino que lo enmarcaron dentro de un proyecto editorial, “nos gusta e interesa rastrear historias poco o nada conocidas. Ir a entrevistar a ese tipo que hace dos décadas que no toca y al que jamás entrevistaron ni siquiera para un fanzine escolar -agrega Daniel Flores- Derrumbando la Casa Rosada, es el tercer título de una serie de libros que estamos haciendo sobre aspectos poco conocidos del rock en Argentina. Los anteriores fueron La manera correcta de gritar sobre el ska desde los ´60 hasta hoy y Gente que no sobre bandas postpunks de los ´80. ¡Ya casi me volví casi un coleccionista de testimonios insólitos!”

Para dimensionar la tarea que ambos llevaron acabo vale mencionar que eran tiempos donde no había Internet y la principal vía de difusión eran las cartas, además de los afiches y los fanzines de confección artesanal. Entonces a la hora de delinear este libro Alfredo cuenta que “hubo que tomar decisiones programáticas sobre testimonios y voces que estábamos convencidos no podían faltar, como las de Patricia Pietrafesa (Cadáveres, Sentimiento Incontrolable), Gamexane, Gramática o los chicos de Alerta Roja. Por otro lado el azar nos guió a gente con las que nos cruzamos a partir del libro y también fue definitorio los que quedaron afuera porque no quisieron dar su testimonio. Por ejemplo, Hari B. que se autoproclamó el primer punk de la argentina o Fidel Nadal que paradójicamente no quería saber nada de su pasado punk. Incluso Daniel Melero tampoco quiso hablar sobre su papel en la escena under de los ’80 y el sello Catálogo Incierto. La verdad eran testimonios que nos interesaban mucho tener pero no pudimos contar con ellos.” Insospechadamente hablan mucho más por su ausencia que lo que uno supone que se permitirían decir al respecto. En retrospectiva Daniel sostiene que “en los ´90 cuando todo esto era un pasado cercano el relato hubiese sido otro. Ahora que pasó más tiempo, muchos se reconciliaron con aquella época.”

Memorias de noches agitadas. Con un corto delay respecto a los modelos británicos y norteamericanos en 1977 aparecieron los primeros punks en la Argentina. Sin embargo Derrumbando… hace un movimiento más que interesante: lejos de buscar similitudes que equiparen a Buenos Aires con Manchester o Londres, se centra en los accidentes domésticos (unas vacaciones familiares por Europa en el momento justo, una tía azafata con suficiente buena onda par traer encanutados unos discos) que derivaron en las particularidades locales del movimiento. Así en los pequeños detalles y sin la necesidad de postular grandes verdades (recordemos lo de la sociología en zapatillas All Star) se describe como va tomando forma este movimiento desde los early adopters más cercanos a Belgrano y Barrio Norte, pasando por la diseminación hasta el lanzamiento del disco Invasión 88 en Cemento.

En el libro conviven versiones encontradas que según Alfredo Sainz no fueron una preocupación “estamos convencidos que las diferentes visiones sobre un mismo hecho sirvieron para enriquecer el relato, aún a riesgo de caer en contradicciones. El peligro es cuando las contradicciones se refieren no a una visión sobre un hecho, sino a un dato concreto. Por ejemplo, si tal grupo participó o no de un festipunk determinado. En estos casos, intentamos trabajar con el mayor nivel de chequeo de datos pero seguramente cometimos errores porque no es mucho lo que hay escrito.” Esta modalidad por otro lado permitió entrarle al tema de forma directa dice Flores “esta estrategia de no armar un relato común nos ayuda a llevar al lector de la mano, entrar con él en esos antros, caminar entre los personajes de la época y plantarnos frente al escenario a recibir todo ese glorioso ruido, imaginariamente.”

Así unos cuentan que en los recitales se vociferaba contra los “comerciantes de la Pelo”, otro rescatan que reclutaban integrantes para sus bandas y promocionaban sus presentaciones en vivo por medio de avisos en esa misma revista. O que se mofaban del rock argentino por “comercial” pero que en el principal reducto punk Le Chevalier pasaron desde Andrés Calamaro hasta figuras más bizarras como Moria Casán. Y ni hablar de las intenciones que iban desde la idealista Cooperativa Punk (con declaración de principios y todo) hasta lo skinhead. Y lo mejor de todo es que todo fue cierto.

Por otro lado, Derrumbando… muestra como este movimiento juvenil iba demarcando su territorio a pesar de la continua y sistemática represión de la policía. Entonces sin dimensionarlo en ese entonces también fue un movimiento de resistencia. Durante la presentación del libro Patricia Pietrafesa afirmó que “A mí el punk rock me salvó la vida. Nuestra época fue bisagra entre dictadura y democracia: las minorías salían a resistir contra las condiciones que te hacían difícil la vida, y no sólo la policía, también la gente, que nos rechazaba, a nosotros y a todo lo que no consideraba normal. Vivir como queríamos era un gran desafío y una gran intensidad.”

Y como si todo esto no fuera suficiente en el epílogo del libro titulado “Dónde están los Viejos Punks” se repasa como en las películas qué fue de la vida cada uno de los nombrados en el texto. Verdaderamente desopilante. Daniel reafirma “una cosa que siempre nos interesó fue contar dónde están hoy los viejos punks. En la presentación del libro Max, el cantante de Secuestro tuvo una conclusión muy interesante: dijo que el punk podía ser muy peligroso (de hecho, muchos de los que aparecen mencionados hoy están muertos) pero que también podía ser una buena manera de viajar porque muchos de los protagonistas de aquella época hoy están viviendo afuera.” Nunca más cierto eso de que el movimiento todo lo contempla.