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3/8/16

Duravit (1945)




Duravit (1945)


Jeep Duravit de caucho - Primera época (1977)

Jeep Duravit de caucho - Primera época (1977)

Fuente Página12


La historia de Duravit, o cómo un joven militar retirado inventó un material, una manera de diseñar juguetes y una marca inmortal, todo a ojo.

Por Luján Cambariere

Argentina es como un péndulo, y en el ir y venir hay cosas que se rescatan y otras que se pierden. Suelen perdurar las de la infancia. Los caramelos Media Hora, las bananitas Dolca, los chocolatines Jack con sorpresa, el LP amarillo de Pipo Pescador, el Tiqui-Taka o el Ludomatic, las zapatillas Flecha, la colonia Coqueterías, los Chasqui Boom, la lapicera 303, el Italpark y... los Duravit. Los juguetes irrompibles que para los de treinta y pico, cuarenta y aún más son parte de nuestra identidad. A un día de la celebración del Día del Niño y en tiempos del juguete descartable, Alejandro Macchiavello, hijo menor del mentor de Duravit y uno de los actuales directores de la empresa, nos cuenta vida y obra de un diseño que marcó nuestra infancia. 

–¿Cómo comienza 
la historia de Duravit?
–La historia de la fábrica comienza en 1945. Mi padre, Ricardo Macchiavello, hoy de 82 años, militar retirado, empieza a idear juguetes en goma. En esa época, el producto bruto del país pasaba por el agro, no había mucho desarrollo industrial, así que investigó y desarrollo una fórmula que en su momento usó básicamente a fuerza de prueba y error. 

–¿Recuerda el primer éxito 
de Duravit?
–Nosotros no tenemos conciencia de eso. De hecho tomamos más conciencia ahora, que la gente los señala tanto y los rescata entre tantas otras propuestas. Hoy hablás con cualquiera de 30, 40 y más también, y el que no jugó con un Duravit pareciera que no es argentino.

–¿A quién se le ocurrió la marca?
–A mi padre. La verdad es un marcón. El apuntó al juguete irrompible. A que fueran vehículos de uso vigente. Lo que hizo fue un juguete indestructible. Desarrolló esa línea, impuso la marca y después lo que hacía era seguir la onda del mercado. Si salía el Ford Falcon, el Chevy o el Rambler, él lo fabricaba. Su renovación pasaba por la renovación del parque automotor. Cabe aclarar que no estaba desarrollado el merchandising de hoy. 

–¿Cuántos modelos 
llegó a fabricar? 
–Más de cuarenta entre autos, camionetas y jeeps.

–¿Cómo era la creación 
de cada juguete?
–Mi padre trabajaba con modelistas que hacían maquetas en madera y a partir de ahí se hacía un yeso, con el cual se iba a fundición y se realizaba el molde en aluminio para el proceso de vulcanización de la goma. El tenía una habilidad muy grande. En un momento se le ocurrió hacer una moto-niveladora. Entonces se fue a varias agencias de tractores y a partir de mirar lo que tenían la desarrolló él mismo con treinta y pico de matrices, todas de estampado metálico. Entonces mezcló una carrocería de goma con una estructura de distintas partes que se ensamblaban por remaches o tornillos y fue un hit. 

–¿Nunca se salió del empleo 
de ese material?

–Nunca, eso habla bien y habla mal. Por ser fiel a una idea arriesgó mucho. 

–¿Hacía estudios de mercado, 
de segmentación por edades?
–No, él hacía vehículos para varones. Aunque antes los rangos de edades eran mucho más flexibles. Un juguete con esas características duraba desde el año a los diez años. 

–¿Hubo una época de oro 
para Duravit?
–Los ‘60. En ese entonces la fábrica llegó a tener cien empleados. Recuerdo que una vez hubo una especie de festejo interno porque se había llegado a los 50.000 juguetes-mes. La época dorada yo la viví porque siempre cuento que en la fábrica de mi padre nosotros hicimos la colimba. En las épocas pico trabajábamos como un obrero más, pero lo bueno era que él nos valoraba y consideraba como tal, así que recibíamos nuestro sueldo. 

–¿Hay cierta magia 
en hacer juguetes? 
–El imaginario colectivo tienen la fantasía o cree que una fábrica de juguetes es como Walt Disney y lamentablemente no es tan así. Más que nada, en este país, es un desafío constante y una lucha eterna producir algo.

–¿Su padre viajaba para 
ver otros mercados?
–No. El fue un industrial que se nutría de lo que veía acá adentro. Sí, tenía muchos competidores que intentaban imitarlo, pero que terminaban sucumbiendo.

–¿Qué hay de las creencias 
de que varias veces peligró 
la vida de Duravit?
–El golpe casi de gracia fue con Martínez de Hoz y la famosa tablita. En esa época la fábrica se sostuvo con capital que fue consumiendo y casi entró en convocatoria. En esa época no había juguete que se pudiera fabricar acá que fuese competitivo. Era inviable fabricar algo. Después podría hacer un racconto por todo tipo de décadas. Alfonsín, hiperinflación, Plan Austral, Primavera, dólar barato, importaciones de todo tipo, recesión, desocupación, descapitalización. Y así seguimos con la salida de De la Rúa que nos vuelve a confiscar los depósitos y nos agarra en pleno diciembre con la venta en la calle a cobrar. Ser industrial en este país, vivir en este país, es algo muy complejo. Y eso que desde la fábrica no nos quedamos. Siempre tratamos de ir más allá. Primero redecorando las líneas tradicionales. Después desarrollar nuevos productos. Hoy tenemos segmentada la producción según tipo de consumidores. Hay productos de primera infancia (apilables de mayor a menor, rompecabezas, balde primeras formas), de dos a cuatro años, vehículos en plástico, juego de playa, cocinas, accesorio de cocina y el polémico juego de limpieza (escoba, escobillón y palita) que al principio fue muy mal visto por las feministas. También existe la idea de volver a sacar líneas para coleccionistas, ya que sabemos que hay gente que los intenta imitar para venderlos como originales.

–¿Hay íconos Duravit?
–Creo que el ícono no es el modelo en sí, sino la marca Duravit de goma. Los juguetes siempre tienen un empezar, afianzarse en el mercado, el crecimiento y después una caída a la que le sigue una meseta y después ya es considerado un producto de línea. 

–Hoy, ¿cómo diseñan los 
juguetes?
–Trabajamos con diseñadores y nos nutrimos mucho de las ferias internacionales como las de París, Milán, Valencia y Nueva York.

–¿Existe cierta idiosincrasia 
implícita que debe respetarse 
a la hora de hacer juguetes?
–El tipo de juguete argentino es más parecido al europeo. La diferencia es que el europeo es aún más sofisticado en su diseño, demasiado para nosotros, que por una cuestión de costos tenemos que simplificar.

–Dicen que en la infancia se cuece nuestra vida futura, el 
juguete estimula, nos abre al mundo...
–Totalmente, por eso estoy en contra de ciertos llamados juguetes como los videojuegos. No me parecen ni educativos ni formativos. Más bien creo en su decantación y saturación. Y lo digo más como padre que como fabricante de juguetes. Y por supuesto de los “secalágrimas”. Un juguete que se desarrolla mucho a partir de los productos que llegan de China. Juguetes muy vistosos por el packaging, que pueden llegar a valer casi como un paquete de cigarrillos y duran nada. Se usan unos minutos, se rompen y se descartan. Ellos desacreditan mucho el valor perceptivo de un juguete. Básicamente en la imagen de los chicos. Hoy estamos educando generaciones que no le den valor a nada. Nosotros hemos hecho juguetes más accesibles pero siempre nobles. Nuestra línea Mini, por ejemplo, de cinco modelo de autos de los cuales hay un revival del Escarabajo y el Citroen13 V. Un rueda libre con formas simples, económico, muy colorido e indestructible.
–¿Su padre ya no trabaja?
–No, hoy le hablás de todo lo que entra en juego en la venta de un juguete y creo que lo supera. 

–Con este aparente nuevo 
escenario económico, 
¿empezó a sonar más 
el teléfono en la fábrica?
–Sí. Igualmente, contrariamente a lo que muchos piensan, Duravit nunca dejó de tener demanda. Hoy nos llama más la gente de negocios integrales. Se recompuso la relación comercial. Antes la balanza estaba más del lado de los comerciantes y ahora, aparentemente, nos necesitan más. Hoy en la planta trabajan 50 personas, 24 horas, y hace dos meses, también sábados y domingos. En el 2002 se comercializaron 1.300.000 unidades e intentamos ir por más. 

–A futuro, ¿les interesa 
incorporar más diseño?
–En la Argentina hay muy buenos diseñadores, pero es difícil, dados los tiempos transcurridos, encontrar diseñadores especializados en juguetes en serie. Para nosotros hoy son fundamentales los gráficos, en todo lo relativo al packaging, que en juguetes es fundamental. Y también para otras líneas que estamos desarrollando como los rompecabezas. Una de las grandes inquietudes que tenemos ahora, más que nunca, es crear juguetes de interrelación entre chicos. La tendencia es volver a eso. Por lo menos, esa es una de nuestras apuestas, el paradigma a seguir. n

* Caupur S.A.: Sarmiento 369, 
Lanús Este, 4205-0838/ 4204-9677


Duravit es una marca argentina de juguetes que comenzó en los años 1950 con la creación de modelos de autos, camiones y máquinas viales en caucho, más precisamente "ebonita de isopropileno" y metal. Fueron juguetes muy durables (hasta hoy) y sumamente queridos por los niños de varias generaciones. Un característica muy apreciada era que la fábrica copiaba con gran nivel de detalle a los modelos de calle originales; incluso los pintaba con colores metalizados brillantes (rezagos de pintura de una fábrica de bicicletas) por lo que eran "iguales a los de papá" pero en chiquito.

También traían una llanta de material duro y la cubierta era de goma maciza con relieve parecido a las verdaderas.

La marca sigue fabricando juguetes de todo tipo pero de plástico.

Muchas de las matrices originales se perdieron en una época de crisis de la empresa (Caupur SA) cuando tuvieron que venderlas como chatarra para poder pagar a los empleados. Asimismo la fábrica sufrió un incendio donde se quemó mucha información como por ejemplo los catálogos de las sucesivas ediciones.

Actualmente existen coleccionistas que buscan, restauran y conservan los antiguos modelos de caucho.