Riot V en Argentina (2024)
Una vez que la adrenalina bajó, ya en la madrugada del viernes 13, se confirmaron mis sospechas. Las mismas tenían su base en que podría haber llegado a casa, desempolvar la review de 2016, copiar y pegar, y nadie hubiera cuestionado absolutamente nada.
Y creanme que podría haber subido esto el mismo viernes o sàbado, pero preferì tomarme un par de días mas para poder desgranar de mejor manera las sensaciones de ese bendito jueves 12.
Pero, vayamos paso a paso, la decisión de llegar temprano al lugar hizo que me encontrara con una fila de no más de 15 metros, donde como mucho 30 personas aguardaban ingresar. Esa escasez de público continuó durante un buen rato, lo que, en cierta manera, me sorprendió, porque no eran pocos los que me habían confirmado su asistencia, y mucho más en el último mes, cuando empezaron a circular diferentes videos que mostraban a una banda prendida fuego. Por lo tanto, bien valía hacer el sacrificio, en esta Argentina de vacas flacas, y estar en El Teatrito la noche del jueves 12.
Todavía con un recinto un tanto despoblado, salieron los chicos de Corsario, quienes brindaron un excelente show, con una fantástica recepción por parte del público presente en ese momento, cuando aún te podías manejar con cierta comodidad dentro del lugar.
Un compendio de muy buenas canciones, fantásticamente ejecutadas, nos dejó a todos con ganas de más. El cierre con la impecable versión del clásico de Deep Purple, Black Night fue el corolario perfecto para una noche que los chicos de Corsario no olvidarán fácilmente.
Cuando volvieron las luces, ya podíamos notar un aumento considerable de gente, y ahora sí me quedó claro que quienes habían prometido su asistencia, estaban cumpliendo.
Puntualmente, minutos más, minutos menos, volvieron a bajar las luces. Al correrse el telón, emergió la figura de Don Van Stavern, con su inseparable botella de tequila. Riot V llegaba para volver a plantar sus banderas en Argentina, en el marco del Latinamerican Tour, con motivo de la presentación del fantástico Mean Streets, editado en mayo de este prolífico año, generoso en cuanto a la calidad de los lanzamientos. Al menos para quien suscribe, no baja del top 5 de este 2024.
Desde el arranque y cotejando los setlists previos, Riot V nos aseguraba un amplio recorrido por la vastísima discografía de la banda. Aquellos que llevamos cuatro décadas detrás de su historia, agradecíamos de antemano.
Como era de esperar, el arranque con Hail to the Warriors marcó el tono de la noche: un tributo épico a los fans y a los músicos que han mantenido viva la llama de Riot durante décadas.
No hacía falta decir que la banda nos tenía absolutamente entregados. Para colmo, casi sin respirar, arremetieron con Fight or Fall, otro mazazo de esos que te obligaba a vociferar hasta la afonía. Con Outlaw hicimos el primer retroceso en la historia discográfica de la banda, y quizás fue la primera baja de tensión del público, algo que noté, por ejemplo, con la versión de Restless Breed, de la era Forrester. Sin embargo, la energía se recuperó cuando sonaron los añejos Road Racin', Fire Down Under y Sword and Tequila, evocando las raíces del metal de los 80.
Como era de prever, fue Thundersteel, con su mote de clásico atemporal, el que se llevó la mayor cantidad de canciones (seis en total), entre ellas la hermosa Bloodstreets (quizás el momento más calmo musicalmente hablando), Johnny's Back y On Your Knees. Dejaron para el final a Thundersteel, que intuí cerraría el show, pero los bises llegaron para sorprender a más de uno con Magic Maker desde el Nightbreaker de 1994, y cerraron con Sign of the Crimson Storm y Fire Down Under.
Después de mucho tiempo, volví a ver gente disfrutar de un pogo, de meterse en el frenesí arrastrados por lo que bajaba del escenario. En lo personal, nunca fui muy amante de esta costumbre y muchas veces no la vi genuina, pero en este caso fue ni más ni menos que un remolino de pasión (suena a novela mexicana esto, pero bueno, es lo primero que se me vino a la cabeza, ja ja).
Conceptualmente, vi un show irreprochable, tanto por parte de la banda como por el comportamiento de un público maduro que, a pesar de los años, sigue arraigado a esta música. Una música tan denostada por muchos, pero tan instalada en nosotros, muchos más de lo que la gente cree. Ha hecho que estos sonidos estridentes sean parte de la banda sonora de nuestras vidas.
Hablar particularmente de los músicos, y ustedes me sabrán entender, sería ser reiterativo. ¿Cómo no rendirse ante una base como la de Don Van Stavern y esa "Drum Machine" —tal cual se lo dije personalmente después del show— que es Frank Gilchriest? Ambos sostuvieron el sonido a pleno. Obviamente, Don no perdió oportunidad de brindar con tequila a cada momento, y de brindar a la memoria de Mark Reale, el verdadero amo y señor de Riot, más allá de su ausencia física.
Porque claramente, algunas señales llegan desde donde quiera que Mark esté. Desde su partida, la banda no solo se ha sabido reinventar, sino que ha mantenido la esencia y el legado de su mentor en lo más alto. El sonido, casi perfecto en toda la noche, solo tuvo un pequeño desliz cuando arrancaron con Bring the Hammer Down y el micrófono de Todd quedó mudo. Una vez recuperado, volvieron a arremeter con dicha canción.
Un detalle menor, pero detalle al fin, que corrobore con un par de colegas, es que desde nuestra posición la guitarra de Mike Flyntz no llegaba con la nitidez que nos hubiera gustado a la hora de los solos. Sin embargo, dentro de la vorágine emocional en la que estábamos inmersos, como dije, no fue más que un detalle menor. Jonathan Reinheimer, desde la segunda guitarra, sonó impecable, firme y siempre al frente.
Por último, ¿qué decir del inmenso Todd Michael Hall? Si nos quedaba alguna duda de que es uno de los mejores vocalistas del género, todas, absolutamente todas, se disiparon desde la primera nota. Tiene un manejo vocal envidiable, jamás un tono fuera de lugar, en una noche en la cual la afinación fue asquerosamente perfecta. Además, su manejo del escenario es admirable. Sin movimientos grandilocuentes ni idas y vueltas innecesarias, recorrió el escenario sin pausa durante toda la noche, demostrando una personalidad avasallante. Como decimos en Argentina, un verdadero crack.
Con una energía desbordante y una conexión impecable con quienes estábamos allí, el concierto de Riot V en Buenos Aires nos demostró por qué la banda sigue siendo una leyenda viviente en la escena del heavy metal. Con una selección de canciones que abarcó toda su carrera, la entrega de la banda y la pasión del público hicieron de esta noche una auténtica celebración del metal.
Cuando volvieron las luces, lo primero que quise observar fue la cara de la gente… y las miradas se cruzaban con ojos brillosos. Había una mezcla de conmoción e incredulidad a flor de piel, y era complicado encontrar adjetivos para explicar lo vivido. El silencio y la tácita emoción que nos embargaba eran suficientes para entender el momento. Una vez fuera del local, tuvimos la fortuna de cruzarnos con la banda y de poder hacernos una serie de fotos con unos tipos que se mostraron súper agradecidos, en especial Todd, quien se tomó un buen rato para no defraudar a ninguno de los que estábamos allí.
En definitiva, y como dije en un primer posteo la misma noche del show, hacía mucho tiempo que no veía tanta gente FELIZ. Afortunadamente, yo era uno de ellos…