Carnarium (2011)
Chaco, Resistencia 09/11/2011
CECUPO
“00:00 hs. puntal”,
decía el jpg de internet, “23:00 hs. puntual”, decía el afiche pegado en las
calles. Llego temprano y apenas unos pocos metaleros dando vueltas
frente a un portón cerrado. “Pasan pomelos, pasan tomates, no pasa naranja”,
dijo un estúpido allí presente mientras se reía. Con ganas de reventarlo a
trompadas, fui a pasear.
El asunto es que después
de esperar durante cinco horas dando vueltas por ahí llegué tarde, y toda la
bronca encima apenas alcancé a ver la segunda mitad del set de los Tenebrarium,
que hacen black metal estilo Behemoth. Ejecución ajustada, teclados climáticos,
ambiente de oscuridad épica, botas y hombreras acorde a la imaginería. Es una
banda que irá a cualquier evento y tocará su set con actuación súper
profesional, ante diez, cien o mil personas. Muy recomendable.
Me perdí las
actuaciones de los chaqueños Mazza y La
Ültima Descarga, una lástima porque son de las pocas bandas realmente activas en la
región, con varios recitales por año.
Puedo entender todas las razones de un organizador por la tardanza en comenzar tarde un evento, pero cinco horas de retraso es
una falta de respeto a quien paga la entrada, viene desde lejos y no tiene
colectivo para volver a casa. Para colmo entre los escasos asistentes daba vueltas el pelotudo de “no pasa naranja”, con el pelito largo lavadito
para la ocasión, mientras hacía papelón
tras papelón.
No daría más
trescientos asistentes en ver a la banda de Pablo Dello Valle,
con una formación reducida a los instrumentos básicos.
Así, las cosas,
Carnarium salió a escena tardísimo. Cinco horas ¿ya lo puse? Seguramente tanto contratiempos valieron la pena. La gente se agolpó frente a las tablas con
los puños al aire, disfrutando de los climas épicos del tecladista Kevin Furias, de la privilegiada voz de Keila
Lorraine Araziel, mientras que el bajista Javier Milito aportó la voz extrema,
apoyado por la contundencia del batero Gustavo Arambich. Y a un costado, Pablo
Dello Valle, el tipo que lo empezó todo en los ´90 y evidentemente no piensa
parar, reviente quien reviente.
Para el público es una
cosa grata ver a semejante banda con tanta trayectoria sobre las tablas después
de esperar tanto tiempo. Y más cuando la banda ofrece variedad de sonidos,
ambientes, y la fuerza acorde a lo que necesita un tema. Para quienes estamos
en la veta más extrema, siempre diremos que extrañamos los sonidos extremos de
la banda, y los que buscan otras texturas, se sentirán satisfechos con la
cálida voz de Keila y los teclados que suavizan los temas.
El recital tuvo sus
bemoles, esto es el under y siempre lo hay: la bella Keila sufrió un
inconveniente y debió dejar las tablas. Entonces Pablo y Javier pusieron todos
los recursos para seguir adelante con dos voces podridas, trayendo un buena
dosis de extremidad al NEA.